Spartan
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David Mamet añadió una muesca más a su lienzo cinematográfico con esta notable cinta de intriga internacional. En el papel protagonista tenemos a un Val Kilmer en estado de gracia. Todo ello hace de esta película un film a reivindicar. Una cinta a destacar no sólo dentro de su género, sino en la excelente filmografía del genio americano. Bienvenidos a… ‘Spartan’.

«Podéis elegir chicos: ¡Puedo daros chicles u os puedo dar por el culo! ¿Y sabéis qué? ¡No me quedan chicles!» (Robert Scott)

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Crítica de Spartan

Desde el punto de partida de un secuestro (en teoría) convencional y típico da comienzo el film. Una historia que se va tejiendo a medida que se van sucediendo los acontecimientos. Aquí vemos la forma de actuar de las diversas agencias de seguridad nacional en casos de emergencia como estos. Casos donde la hija de alguien importante ha desaparecido. Vemos como se pone en marcha el operativo, se reclutan a los hombres más preparados y se trabaja a contrarreloj. Todo porque nunca se sabe si la prensa se enterará en breve del asunto, si la secuestrada está viva o muerta, o ya ha abandonado el país, o si simplemente es una rabieta de niña consentida.

‘Spartan’ es lo suficientemente sólida como para mantenernos pegado al asiento. Y eso sin darnos apenas pistas de lo que estamos viendo, sólo mostrando una serie de escenas de rastreo de pistas (mínimas) que van llevando a otras un poco más claras. Cuando creemos que estamos ya a punto de llegar al meollo del asunto, esa pista se diluye… Entonces es cuando nos preguntamos: «¿Y ahora qué?» Pues ahora más. Aunque esta vez se trata de otra misión, extraoficial, sin nadie cubriéndote las espaldas. Mamet empieza el juego y ahora depende de ti, ¿Quieres participar?

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En ‘Spartan’, David Mamet logra darle una nueva vuelta de tuerca a los films de secuestros. Algo que ya hiciera con las películas de robos en la soberbia ‘El último golpe’ (2001). Del mismo modo, ofrece un punto de partida sencillo, pero dotado de una estructura narrativa extremadamente compleja en la que el espectador siempre va por detrás de la acción. Una acción que juega con la realidad constantemente dejándonos ver una cosa que al final resulta ser otra. Posteriormente, y pasados unos minutos, descubrimos que es otra totalmente distinta. Uno nunca sabe qué ocurrirá en la siguiente escena y hasta pasada la hora de metraje no sabe a quién andan buscando (aunque se presupone), ni tampoco sabemos de quién es hija (esto lo sabrás si lees la contraportada del DVD, aunque mejor, visiona el film sin saber nada del argumento, créeme, será lo mejor) y quienes son los malos.

Lo que nos queda al finalizar el film es un pozo de amargura. De desolación, de no saber si has visto un gran film o una gran farsa (en el buen sentido de la palabra). Empezamos a hacernos preguntas. Preguntas que son las mismas que plantea la cinta. Nunca juzgando los hechos y sólo mostrándolos. Al final llegamos a la conclusión de que sólo las grandes películas plantean grandes reflexiones. Y resulta que ‘Spartan’ es una de ellas.

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Muchos dicen que el mayor enemigo de David Mamet es él mismo. Que su enorme talento como guionista y dialoguista se ve lastrado por su pésimo don para la dirección de películas. No creo que sea tan exagerado. Es cierto que como cineasta no es tan hábil como cuando escribe. Pero de ahí a decir que es un inepto como director va un trecho. Y creo que ‘Spartan’ es un buen ejemplo de ello. De hecho, creo que ‘Spartan’ es el mejor ejemplo de su talento. Y eso que quizás estemos hablando de su cinta más tradicional (en cuanto a narración), aunque la sub-trama que esconde y que nos es revelada en su últimos treintas minutos, le quite toda la supuesta comercialidad que pudiera tener. Cuando descubrimos el pastel sólo nos queda rendirnos a él por su valentía.

Valentía a la hora de mandarnos un mensaje. Un mensaje de intranquilidad como ya hiciera en La cortina de humo’ (Barry Levinson, 1997). Mamet acaba lanzado pullas descomunales contra todo y todos. Nos lleva de la mano de su personaje principal, Robert Scott (sublime creación de Val Kilmer), al infierno del alma humana degradada por el poder, el dinero y el placer. Una zona dónde el  único lugar para los hombres justos, para él héroe, es el exilio, la pérdida de lo conocido, la desposesión de todos tus bienes y eso sí no acabas muerto. En ‘Spartan’ mueren, en proporción, muchos más de los buenos que de los malos. Porque ese es el universo Mamet y porque ese es el mundo real.

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Robert Scott (aunque hasta él mismo dice que ese no es su verdadero nombre) es una de esas extrañas creaciones que Val Kilmer lleva a cabo cada cierto tiempo. Parece que fue un cúmulo de asociaciones las que se tuvieron que unir para que Kilmer llegara hasta ‘Spartan’. Entre ellas, la cancelación de un film bajo la producción de Art Linson (también productor aquí), su fascinación por el mundo del espionaje (quizás fue eso lo que le llevó a protagonizar la aburrida ‘El Santo’) y la oportunidad de trabajar con David Mamet, con el que parece hizo muy buenas migas (si uno escucha los comentarios del DVD español) y ¡cómo no! las líneas de diálogo escritas por el guionista y que son todo un caramelo para cualquier actor.

Kilmer recita sus diálogos con sobrada soltura, dotando a su personaje de un aura de tipo duro pasado de vueltas. Un tipo que lo mismo prepara a futuros soldados en el bosque, o que lleva a cabo una misión de incógnito en Dubai. A destacar las escenas de interrogatorio que realiza su personaje. En ellas, un Kilmer pausado salta como un resorte y deja frases memorables (“Vamos, habla, ¿dónde está la chica?, ¡habla!, ¿Qué pasa esto es un monólogo?” o “Tú no me has visto, no has visto nada, ¡tienes visiones!”). Un soldado de fortuna que cuando tiene que entrar en acción lo hace con una sobriedad impecable. Sus dos escenas en la casa de la playa, la farsa que monta delante de los presos, la misión final… Todas ellas ejemplo de cine de acción real y contundente.

Además, Kilmer está bien secundado por un más que correcto Derek Luke (Curtis) en el rol de discípulo que acaba abriendo los ojos al mentor, debido a que él aún no está consumido por la cotidianidad de la vida militar. Una vida donde uno no pregunta, directamente va al sitio que le asignan, hace su trabajo y se va a su casa. Pero Curtis es incapaz de desconectar una vez el caso se da por cerrado. Por ello, va en busca de Scott y le advierte de que todo está amañado. Derek Luke se muestra muy metido en su personaje de novato, haciéndolo creíble en todo momento. Un acierto por parte de Mamet el contar con él.

Otros actores que también hacen su aparición en el film son los habituales del cine del autor. Intérpretes como David Paymer y William H. Macy, en un papel sorprendente y poco visto en su filmografía. Destacar también al televisivo Ed Oneill, que seguía intentando escapar de su fama de actor cómico. Y a un experto en papeles de tipo duro como es Johnny Messner.

En el apartado técnico del film es imposible obviar la magnífica partitura musical de Mark Isham que acompaña de forma excelente a la acción en todo momento. Y también el trabajo del español Juan Ruiz Anchia (habitual de James Foley) en la fotografía. Un notable para él, pues en todo momento consigue dotar a las imágenes de esa constante sensación de opresión de la que hace gala la cinta en su primera hora, para luego volverse más luminosa en su viaje a Maskala (Dubai), que sigue siendo Nueva York, pero que gracias a la magia del cine y a su estupendo trabajo es imposible de notar.

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En resumidas cuentas.
Cierro esta crítica de Spartan afirmando que es una sobresaliente muestra de estilo narrativo por parte de Mamet. Guión complejo con unos conseguidos giros argumentales marca de la casa y geniales diálogos. Gran Val Kilmer y una perfecta utilización de la acción: artesanal, seca y dura. Si la dirección la hubiese firmado el mejor Walter Hill a nadie le hubiese sorprendido.

Tráiler de Spartan

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