La bestia de la guerra
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Esta es, probablemente, la mejor película que se ha hecho sobre tanques. Los tanques son esas fortificaciones móviles capaces de arrasar con todo a su paso en tierra. Un carro blindado armado con diferente parafernalia entre la que destaca su poderoso cañón. En 1988, el director Kevin Reynolds nos lo presentó como… ‘La bestia de la guerra’.

“Cuando te veas herido y abandonado en las llanuras de Afganistán y las mujeres acudan a arrancarte tus despojos… coge tu rifle, sáltate los sesos y dirígete a tu dios como un soldado” (Rudyard Kipling)

Crítica de La bestia de la guerra

Kevin Reynolds es un realizador que tuvo cierta fama en la década de los 90 ligado a su amigo Kevin Costner. A su lado conoció el éxito enRobin Hood: Príncipe de los ladrones (1991), pero también conoció el “fracaso” con Waterworld (1995). Ambos salieron muy tocados de esa odisea futurista pasada por agua. Tan es así que la carrera de Reynolds se vino prácticamente abajo. En 2016, volvimos a saber de él gracias a ‘Resucitado’ (nótese la ironía del título).

El caso es que ‘La bestia de la guerra’ fue su segunda película para cines y con ella logró dar en la diana. Cierto es que su eco comercial fue casi nulo, pero su calidad es altísima. De hecho, y a ojos de este redactor, estamos ante la mejor película de tanques que he se ha filmado. Aunque tampoco es que haya muchas como para elaborar un gran ranking.

En pantalla tenemos un film bélico que brilla muchísimo gracias a su rodaje en entornos naturales de Israel. Amén de estar filmada como antes, es decir, de manera “artesanal”. Aquí las explosiones son “de verdad”, el tanque es “de verdad”,… Todo ello con el asesoramiento del militar Dale Dye, un condecorado capitán de los marines en la Guerra del Nam, es decir, un tipo que conoce su profesión. Dye ha intervenido como asesor en films de la trascendencia de Platoon (Oliver Stone, 1986) oSalvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998). Con esta mención lo que quiero es refrendar la calidad de la cinta desde un punto de vista militar y realista.

Por otro lado, la trama, “a simple vista”, es de lo más sencillo. Nos sitúa en el Afganistán de la invasión soviética (segundo año) y asistimos a la persecución y deseo de venganza de un grupo de muyahidines contra uno de los tanques que ha arrasado su poblado. Pero esto es sólo la superficie. En su interior, el guionista William Mastrosimone, nos describe con total atino cómo es la vida en el habitáculo de un tanque (un ambiente inhumano) y cómo era/es la cultura de los afganos con su fanatismo religioso o el respeto a sus tradiciones, entre ellas sus propias obligaciones: hospitalidad, venganza y la obligación de dar refugio a todos los que lo soliciten. Especialmente trascendente se volverá esta última.

Pero hay más, en la película también podremos ver la preparación con la que contaban ambos contendientes. Por un lado, los soviéticos que luchaban con poderosas armas. Por otro lado, los afganos que mostraban un espectacular atraso más propio de la Edad Media y que se debatían en debates internos provocados por la diversidad de sus tribus locales. Para terminar, también se ahonda en los afganos colaboradores con el invasor. Esos afganos que veían en esta invasión una oportunidad para sacar a su pueblo del tremendo atraso y que sufrían el repudio de ambos bandos.

Todo lo anterior mientras en pantalla vemos lo tremendamente poderosos que podían llegar a ser los tanques T-62 soviéticos. Una verdadera bestia de la guerra que nos muestra todo su poder con un peso en carga de 40 toneladas, equipado con visión nocturna, un poderoso cañón, ametralladora de posición, 50 Km/h de velocidad y mucho más… Así pues, el film incluye escenas rodadas en el interior y, sobre todo, en el exterior del tanque. Atención a las masacres que provoca su poder, o las diferentes emboscadas (especialmente en el clímax) que le tienden los afganos.

En el reparto nos encontramos con Jason Patrick en uno de sus mejores papeles tras las cámaras. Aquí da vida a Konstantin Koverchenko, el conductor de la bestia. Konstantin es un hombre formado que no se ha dejado arrastrar por el omnímodo poder del comunismo. En sus propias palabras: “Pienso por mí mismo”. Difícilmente encontraremos en la carrera de Jason Patrick un mejor papel que este. Antológico es su tremendo choque de voluntades con un severo George Dzundza como el comandante Daskal. Un déspota militar totalmente fusionado con su tanque y capaz de las más viles tropelías… Un tipo criado en plena segunda guerra mundial que fue bautizado como “El niño de los tanques” por su habilidad para la destrucción de las bestias nazis. Un hombre, en suma, al que las guerras han quemado y hecho perder la razón y el buen juicio.

Los otros tres tripulantes del tanque son un malencarado Don Harvey como Kaminski, un soldado capaz de beberse el líquido de frenos del carro blindado (destilado, eso sí). Un jovencísimo, casi un adolescente, Stephen Baldwin (Golikov). Y, finalmente, en una noble interpretación tenemos a Erick Avari dando vida a Samad, un colaboracionista afgano. Su principal rasgo distintivo es el de ser un buen hombre al que Daskal enfilará de muy mala manera.

Entre la cuadrilla de los muyahidines el que más sorprende con su trabajo es un muy camuflado Steven Bauer bajo los turbantes de Khan Taj. Taj es uno de los jefes afganos de la aldea abrasada que se verá obligado a tomar la jefatura del pueblo al perecer salvaje y cruelmente su hermano durante el asalto soviético.

“¿Qué se siente ahora, niño de los tanques?” (Konstantin Koverchenko)

En conclusión.
Finalizo esta crítica de La bestia de la guerra, una película que muy poca gente conoce, salvo los amantes de las temáticas militares en el cine. Estamos ante el perfecto ejemplo de una joya que todos aquellos con gusto por el cine bélico y los tanques deberían tener en su colección particular.

Tráiler de La bestia de la guerra

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