Karate Kid II: La historia continúa
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Dos años después del estreno de su maravillosa primera parte, nos volvíamos a encontrar con Miyagi y Daniel. Maestro y alumno regresaban nuevamente de la mano de John G. Avildsen en un estado de inspiración no muy usual para una secuela. La acción, en esta ocasión, no se desarrollaría en Los Ángeles… sino en el país natal de Miyagi: Okinawa. Preparad las maletas porque nos vamos al lugar donde el Karate se enseña de padres a hijos. Bienvenidos a ‘Karate Kid II: La historia continúa’.

«A veces lo que sabe el corazón la mente lo olvida» (Miyagi)

Crítica de Karate Kid II: La historia continúa

Dos años después del éxito de Karate Kid (John G. Avildsen, 1984), llegaba a las pantallas su segunda parte. A diferencia de lo que sucede actualmente, con mediocres secuelas directas al mercado doméstico para hacer caja, antes se mimaban mucho las continuaciones y los estudios confiaban en ellas. Para continuar el legado, John G. Avildsen volvió a encargarse de la película poniéndose otra vez detrás de las cámaras. En principio, Avildsen era reacio a continuar la historia, pero prefirió volver a trabajar en el film antes de que el estudio asignara a cualquier otro que pudiera echar por tierra toda la labor anterior.

‘Karate Kid II: La historia continúa’ arranca justo donde terminaba la primera parte. Me refiero al momento de concluir el torneo de Karate en el que Daniel Larusso participó y se impuso como ganador. En ese momento, el Sr. Miyagi tiene un encontronazo con el malvado John Kreese (Martin Kove), que deja patente de nuevo el estilo del maestro de Daniel. A continuación, la acción salta a varios días después produciéndose ciertas circunstancias que obligarán a maestro y alumno a viajar a Okinawa, la tierra de Miyagi.

A priori, puede parecer algo arriesgado continuar una historia tan mítica con un cambio de escenario tan radical. No obstante, si te paras a analizar creo que es una buena jugada. Volver a repetir esquemas sería un pelín arriesgado, así que una manera de evitarlo es cambiar de lugar y desarrollar la aventura en otro país y con otro estilo y forma de vida. Pero no un país cualquiera, sino el que vio nacer al Sr. Miyagi.

El principal problema de ‘Karate Kid II’ no es otro que su primera parte. Ésta dejó el listón tan sumamente alto que cualquier secuela iba a quedar empequeñecida, tuviera la calidad que tuviera. Por eso, al menos podemos estar orgullosos de recibir una continuación muy buena. Es cierto que no está a la altura de la película original… pero sí que está lo suficientemente cuidada para no echar por tierra los personajes ni los pensamientos o comportamientos de estos. Aquí la amistad de maestro y alumno ha evolucionado en gran manera. Ahora están más unidos que nunca y ni siquiera un viaje de miles de kilómetros puede separarlos. Hablando del maestro, nuevamente el Sr. Miyagi nos aleccionará, como en su primera parte, con un buen y extenso repertorio de frases de gran valor humano. Frases cargadas de verdades absolutas que nos volverán a dejar maravillados.

Por supuesto, y nuevamente, el Karate servirá para zanjar un tema con muchos años de espera. Un arte marcial para volver a encontrarse uno mismo y para ver que el buen uso del mismo es esencial en la vida. El que olvida esto último está condenado a convertirse en un tirano que, tarde o temprano, caerá de su trono.

En cuanto al reparto, de nuevo Pat Morita y Ralph Macchio consiguen destacar con los mejores papeles que ambos tuvieron en toda su carrera. Papeles que hicieron suyos con personajes que pulieron hasta los topes. Los dos, como ya he comentado, dirigidos otra vez por el artesanal John G. Avildsen en una demostración de cómo debe ser una secuela. El malo en esta ocasión vuelve a ser otro abusón pero en un contexto diferente. En esta ocasión, en vez de ser abusones de escolares lo son de las aldeas indefensas. Misma maldad, diferente marco de circunstancias.

En relación a lo comentado, el villano principal es interpretado por Yuji Okumoto de una manera magistral. Lo recuerdo ahora como uno los malvados que más peligro me transmitió en mi infancia y juventud. Hablamos de un personaje que era superior en todo al protagonista: era mayor que este, más fuerte, más ágil y sabía dominar mejor el karate. Y para más señas, estaba en su tierra y con su gente. Por el contrario, Larusso era el extranjero y el débil. Cierra el cuarteto protagonista principal una bella damisela japonesa. Una chica que tendrá un amor a primera vista con Larusso. Me refiero a Kumiko interpretada por Tamlyn Tomita en la que fue su primera película, su debut cinematográfico.

«La mejor forma de esquivar un golpe es no estar allí» (Sr Miyagi)

Conclusiones.
Termino esta crítica de Karate Kid II: La historia continúa, la segunda parte de un clásico que obtiene el honor de quedar a buen nivel de la original. Atrás quedaron los «dar cera, pulir cera» en beneficio de una acción más directa y unos personajes más marcados. No cuenta con el carisma y el factor sorpresa de la primera entrega pero tampoco los echa de menos en demasía. Toda una lección de como hacer secuelas dignas y no fracasar en el intento. Recomendada, sin lugar a dudas.

Tráiler de Karate Kid II: La historia continúa

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