El sargento de hierro
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Además de actor y director, Clint Eastwood ha sido siempre un maestro creando iconos. Desde aquel pistolero sin nombre que encarnó en los spaghetti western hasta su lógica evolución reconvertido en el William Munny de ‘Sin perdón’, pasando por el archifamoso Harry Callahan o ese inolvidable Jonathan Hemlock. Y en ‘El sargento de hierro’ encontramos precisamente a uno de esos personajes que, sin pretenderlo, han quedado grabados en el imaginario colectivo. Un militar rudo, sexista y anacrónico. Un tipo que, parafraseando a uno de los personajes de la película: «sólo debería ser sacado de la urna en caso de guerra». Poneos la camiseta y a formar.

«Soy el sargento de artillería Highway. He bebido más cerveza, he meado más sangre, he echado más polvos y he chafado más huevos que todos vosotros juntos, capullos» (Sargento Highway)

Crítica de El sargento de hierro

Cuando esta película se estrenó, Clint Eastwood ya era el alcalde de Carmel. Pero eso no le impidió coger el guión de James Carabatsos y sacarse de la chistera esta película. Un film que, sin pretenderlo, ha acabado convertido en un referente para todos los amantes del cine bélico. De esta cinta se han dicho muchas cosas con mayor o menor razón. Hay quien opina que es un título homoerótico, probablemente debido a la enorme cantidad de improperios de cariz sexual que suelta Highway. Otros consideran que es una comedia desenfadada; algo que se entiende por la diversidad de risas que consigue arrancarnos. También se afirma que es una visión de la vida castrense realizada con muy mala leche. Incluso se dice que es una visión del ejército que propone una crítica hacia el sistema y el estamento militar. Esto último explicaría que el ejército le retirara su apoyo.

Respecto a todo lo anterior, yo prefiero intentar no entrar a categorizarla. Digamos que tiene un poco de todo. Es una mezcla equilibrada que ofrece una visión bastante agridulce de ese ejército norteamericano que durante tantas décadas se ha tratado de idealizar. Además, al visionarla notamos un cierto deja vu. Y es que la figura de Highway nos recuerda inequívocamente a otro instructor. Un militar mucho más cabrón y despiadado. Me refiero al sargento Hartman que maltrataba salvajemente a sus reclutas en La chaqueta metálica’ (Stanley Kubrick, 1987). Por cierto, un papel que le ofrecieron a Eastwood, pero que rechazó por considerarlo demasiado violento. Y es que el tratamiento que Eastwood da a Highway es mucho más desenfadado, aunque no poco contundente.

El trabajo de dirección es muy correcto y centra el argumento en tres luchas: la que Highway libra contra sus rebeldes reclutas, el intento de recuperar el amor y el respeto de su mujer, y la última batalla donde todos se enfrentarán a su destino. En cierta forma es un viaje de redención: el de un viejo soldado quemado por las guerras que decide disparar sus últimos cartuchos. Un viaje que termina en la toma de isla de Granada. Sí tenemos cierta imaginación deberemos relacionarla con un personal asalto a Iwo Jima.

El personaje de Highway es el plato principal de la película. Es un veterano militar condecorado en Corea que, además de Vietnam, se ha arrastrado por campos de batalla de medio mundo. En el ocaso de su carrera, alcoholizado, con tendencia a las broncas y divorciado desde hace tiempo de su mujer… regresa a sus orígenes para tratar de recomponer su vida. En ese viaje le acompañarán sus nuevos reclutas. Estos novatos, pese a odiarle, terminan respetándole y aprendiendo de él los valores que les ayudarán a tomar las riendas de sus vidas. Eastwood plasma la dureza del personaje a la perfección ayudado por su temperamento natural. Además, en ciertos momentos, resulta incluso divertido aportando también un trasfondo de sentimientos y un talento que separa a las grandes estrellas de los actores fugaces.

Otro personaje importante es el de Aggie, la ex-mujer de Highway, que es interpretada por Marsha Mason. Aggie sirve de nexo de unión con ese pasado perdido del militar. Y debemos destacar a un por entonces desconocido Mario Van Peebles en el papel de Steve Jones, que sorprendentemente hace suyo el rol de cachondo despreocupado. Y digo que me sorprende porque, aparte de este papel, no ha hecho muchos más a esta altura. Una mención merece Everett McGill que da vida al mayor Powers que enfatiza con el espectador despertando los peores instintos. El resto de secundarios están a la altura de lo esperado, si bien los reclutas parecen cortados todos por el mismo patrón y son una mera excusa para las humillaciones a las que les somete Highway.

El guión escrito por James Carabatsos proporciona unos diálogos a veces hilarantes. Tal y como ya he comentado, es muy posible que el tono de los mismos, y la obscenidad manifiesta a lo largo del metraje, provocaran que el Cuerpo de Marines retirase su apoyo a la película. Y es que además de poner en duda constantemente su orientación sexual, Highway se despacha con frases tan contundentes como esta: «Te voy a romper el dedo con el que haces pajas a tu novia». Otra muestra más del tratamiento que reciben los marines es el breve encontronazo de Highway con el dueño de un bar: «Te corres de gusto cuando te metes con un marine…».

Hay un detalle final que también es interesante aportar. Me refiero a que es muy posible que el fervor que se infunde a lo largo de la película lleve a engaño a más de uno. Pudiera pensarse que, tras el lenguaje obsceno de Highway y su aparente devoción hacia Estados Unidos, se esconde una alabanza patriótica. Y no, ni mucho menos. Sin llegar a ser una película tan antibelicista como ‘Senderos de gloria’ o ‘La chaqueta metálica’, desmitifica y retrata las miserias del estamento militar.

La prueba de lo anterior no es sólo que el ejército retirara todos sus apoyos a la cinta tras visionarla. Además encontramos sutiles detalles que lo confirman. Uno es, sin duda, el personaje de Highway, un militar amargado y solitario que ha descubierto la inutilidad de dedicar toda una vida a defender a su país. Otro sería el hecho de que consiga convertir a unos descerebrados en soldados perfectamente adiestrados para matar, insinuando que para ser soldado no hace falta tener muchas luces. Y, finalmente, el asalto final, donde los soldados deben arriesgar su pellejo a cambio de una gloria efímera.

Finalmente, comentar que la música corre a cargo de Lennie Niehaus, en cierta forma un músico fetiche para Eastwood. Más aún si tenemos en cuenta que ha trabajado con él en muchas de sus películas y se ha encargado de componer la banda sonora de algunas de ellas. Como nota curiosa diremos que el propio Eastwood compone una de los temas de la película. Por su parte, Mario Van Peebles se monta él solito las tres canciones que interpreta su personaje. Así las cosas, nos deja con la duda de si no debería haberse dedicado a la canción antes que a la actuación…

Conclusión.
Termino esta crítica de El sargento de hierro, una experiencia religiosa en muchos sentidos. La única forma de disfrutarla es no tomarla como algo literal y leer entre líneas. Porque, sin duda, es irreverente y grosera, con tintes fascistas y unos diálogos que pueden desagradar a más de uno. Pero es precisamente ahí donde radica su grandeza: en esa visión ácida y totalmente patética del viejo héroe de guerra que regresa a casa y encuentra un panorama desolador. Apenas hay acción, es un elemento que queda relegado prácticamente al final, pero las situaciones cotidianas durante el adiestramiento de los reclutas son más que suficientes como para que no la echemos de menos. Todo esto, más el balance que hace Highway de una vida entera dedicada al ejército, son motivos más que suficientes para verla. Una de esas películas que dejan huella y que siempre apetece repetir.

Tráiler de El sargento de hierro

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