El abuelo que saltó por la ventana y se largó
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En 2009 el escritor sueco Jonas Jonasson publicaba ‘El abuelo que saltó por la ventana y se largó’, una novela que rápidamente se convertiría en superventas. No es extraño que las productoras suecas pusieran el ojo sobre esta surrealista historia acerca de un abuelo centenario con mucho que contar. Ahora, cinco años después, llega a nuestras pantallas una adaptación que sin duda promete risas y diversión.

«Si quiere matarme dese prisa, porque ya tengo cien años».

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Crítica de El abuelo que saltó por la ventana y se largó.
Cuando terminé de leer la novela de Jonas Jonasson supe al momento que era cuestión de tiempo que se realizara una adaptación a la gran pantalla. No sólo por lo tremendamente divertida que es la historia, sino porque está escrita de un modo muy cinematográfico, con una estructura fácilmente adaptable al medio. No es la primera producción sueca que adapta novelas de escritores nacionales, tenemos por ejemplo la ya famosa trilogía Millennium del autor Stieg Larsson o ‘Aurora Boreal’, de su compatriota Asa Larsson. En ambos casos la calidad de las adaptaciones había sido más que correcta, así que tenía bastante claro qué es lo que esperaba encontrarme y debo decir  que no me ha defraudado lo más mínimo.

Podría decirse que el personaje de Allan Karlsson guarda ciertas similitudes con ‘Forrest Gump’, también él es un tipo algo corto de luces que sin comerlo ni beberlo se ve envuelto en una vorágine de aventuras delirantes. Pero mantiene su propia identidad con una marcada comicidad y una pizca de irreverencia, muy nórdico todo, eso sí.

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Tal como decía al principio, la película mantiene una estructura similar a la de la novela. Hay una cierta linealidad a lo largo de la cual se insertan a modo de flashbacks los recuerdos de Allan Karlsson, unos recuerdos que irán narrando su vida y nos ayudarán a comprender la fascinante personalidad de este anciano centenario. Y afortunadamente tanto la puesta en escena como los encuadres y secuencias son bastante correctos, algunos especialmente ingeniosos. Es importante tener en cuenta que la película no pretende ser otra cosa que un divertimento gamberro a costa de situaciones y casualidades imposibles, un encadenamiento de sucesos narrados con un ritmo que se mantiene en una línea acompasada. No aconsejo buscar rigurosidad histórica, ver a Stalin bailando a lo loco o descubrir que Albert Einstein tenía un hermano gemelo tonto es un aperitivo de lo que nos espera si lo hacemos.

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Si hay un nombre propio en esta película, ese es Robert Gustafsson, un notable actor de comedias sueco que en su país es toda una institución. Su trabajo encarnando a Allan Karlsson es muy correcto, con ese maquillaje exquisito que al principio puede engañarnos, pero también sin él. Es un actor sumamente versátil que consigue sacar bastante provecho al personaje, si bien se ayuda notablemente de Iwar Wiklander, que da vida a Julius, una especie de indigente que ni corto ni perezoso se presta inmediatamente a acompañar a Allan en su viaje. A ellos se sumarán dos personajes más, a cada cual más estrambótico. Uno es un joven dubitativo con muchas carreras medio empezadas y ninguna acabada, y la otra una peculiar mujer que vive en una cabaña con una elefanta. Es fácil imaginar las extrañas aventuras que puede protagonizar semejante grupo, más aún si le sumamos una banda de moteros en busca de cincuenta millones, capitaneados por el siempre efectivo Alan Ford.

Lo más positivo de esta película, risas aparte, es que no decae en ningún momento. Hay algún punto, sobre todo al principio, donde le cuesta arrancar, pero por lo general mantiene el interés sin caer en la pesadez tan propia de algunas producciones delirantes que explotan el absurdo en demasía. Y es ese equilibrio, esa contención a la hora de despachar las escenas cómicas, lo que aporta más puntos a favor. En contra tenemos una sobreexplotación de ciertos recursos y un intento fracasado de ser algo más que una gamberrada. Es por ello que se echa en falta cierto encanto, alguna nota que nos recuerde que la vida de Allan Karlsson no ha sido otra cosa que una fábula.

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Conclusión.
Concluyo esta crítica de El abuelo que saltó por la ventana y se largo, no se trata de una grandísima película, ni siquiera de una gran comedia, pero creo que como producto de evasión y como adaptación de una novela claramente irreverente y gamberra es un acierto. Se observa un buen trabajo interpretativo, unos efectos visuales más que decentes y una historia que, a pesar de sus casi dos horas de metraje, promete ser muy entretenida sin conseguimos entrar en el juego que propone. Una opción nada desdeñable si lo único que se busca es reír un rato y olvidarse de los problemas.

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