Asesino invisible
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¿Puede haber algo tan inquietante como un coche poseído por fuerzas sobrenaturales? En 1977 se estrenaba esta curiosa película titulada ‘Asesino invisible’ que mezcla los conceptos heredados de El diablo sobre ruedas con la temática sobrenatural. El resultado es un interesante producto que contribuyó a alimentar este peculiar subgénero inaugurado por Steven Spielberg.

«Diez años poniendo multas de tráfico… ¡y todo esto en un día!».

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Crítica de Asesino invisible.
Los orígenes de esta película se remontan a los años sesenta, cuando la serie televisiva ‘La dimensión desconocida’ se colaba en nuestros salones para contarnos fantásticas historias. En una de ellas se mostraba a un coche con voluntad propia que hacía entrar en razón a su conductor tras haber atropellado a un chico. Otra clara influencia fue la película dirigida por Steven Spielberg que ya hemos comentado en la introducción, y también podemos encontrar claras referencias a la obra de culto de Roger Corman de 1975, ‘La carrera de la muerte del año 2000’, donde los coches son simples instrumentos mortales. Fruto de todo ello nacería ‘Asesino invisible’, que no es otra cosa que un amalgama de varios conceptos cuyo único objetivo es el entretenimiento, sin más pretensiones. El problema es que queda demasiado patente que no por juntar un puñado de ideas interesantes se consigue un buen resultado, también son necesarios una serie de elementos que aquí brillan por su ausencia.

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Vamos por partes en esta crítica de Asesino invisible, la idea de presentar a un coche homicida poseído por fuerzas maléficas es francamente buena. Al contrario de lo que podíamos encontrar en la ya citadaEl diablo sobre ruedas, aquí no se trata de personalizar el mal en un ser humano, sino de sumergir al espectador en sus miedos más atávicos, enfrentarlo a la esencia más pura del mal. Y concentrar ese mal en la figura de un coche que asesina brutalmente a peatones y ciclistas sin motivo aparente, es un acierto porque consigue sembrar en el espectador la semilla del miedo a lo desconocido. Pero no se consigue dotar al conjunto del tono místico apropiado, de tal modo que lo que queda es un simple body count que nos hace perder el interés por descubrir qué hay detrás de todo. No obstante, es justo reconocer que la puesta en escena que precede a cada asesinato es más que correcta, con un rugido de motor lejano y acompañado de un peculiar sonido de claxon que pone los pelos de punta.

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Las interpretaciones son uno de los puntos más flojos de la película, y cuando eso sucede el conjunto pierde enteros, incluso en una cinta como esta. A priori podríamos pensar que tener a James Brolin en el reparto es buena señal, a fin de cuentas era un actor de gran éxito en series televisivas como ‘Hotel’ o en películas tan memorables como ‘Almas de metal’ y ‘Capricornio Uno’, pero aquí desgraciadamente no se luce. De hecho, está más acertado el veterano Ronny Cox, aunque muy alejado de sus trabajos enRococop o Desafío total‘. A todo esto no ayuda el hecho de que los diálogos y algunas situaciones sean francamente ridículas, evidenciando graves problemas de guión.

Al igual que sucede en otras películas de este estilo, el personaje más memorable es sin duda el coche. En este caso se contó con George Barris, que también había diseñado el famoso Batmóvil de la serie de Batman protagonizada por Adam West. Un robusto diseño en negro, con lunas tintadas y un inconfundible morro con dos potentes faros redondos a modo de ojos. Una vez más la idea era modelar las líneas del coche para conseguir una visión que las víctimas pudieran reconocer aterrorizadas desde lejos, y la verdad es que gracias al terrorífico claxon y el rugido de su motor supera el examen con creces.

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Conclusión.
Es una lástima porque con un guión más trabajado y unas interpretaciones decentes esta película podría haber sido mucho mejor, pero en lugar de eso quedó condenada a ser un mero producto de entretenimiento para una tarde de domingo. Recuerdo que cuando la vi de pequeño me dejó marcado, al igual que sucedía con Tiburón, ya no volvías a coger la bicicleta con la misma tranquilidad. Quizás por eso se salva, por pura nostalgia y por ser una película de serie B sin pretensiones, con unas escenas de acción que para el presupuesto disponible y la época no están nada mal. Pero quien espere encontrar algo más que un coche siniestro atropellando gente… mejor que pruebe con otra película.

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